miércoles, 17 de diciembre de 2008

SANTIAGO EL PATA

Un día de tantos en la escuela, llegó un nuevo maestro llamado Santiago Hernández Lima, más conocido como Santiago el Pata.
Le decían el Pata porque era alto (más de 6 pies) y se mandaba tremenda pataza.
Santiago y yo nos hicimos buenos amigos. A él le gustaban los idiomas y estando en la calle, se hizo un profesional hablando francés.
Yo traté de aprender un poco, pero no tenía mucha cabeza para el francés.
Se hacía pasar por extranjero para estafar a los ingenuos en la calle.
Santiago organizó una escuelita dentro de la prisión para enseñar frances. Yo me reía mucho debido aque llegaban una tonga de toletes que querían aprender y era cómico verlos tratando. Increíble, pero muchos de esos toletes aprendieron francés.
Los jefes de la prisión estaban contentos, ya que sin proponérselo, educó a muchos allí.
Consiguió con los guardias que le trajeran libros y diccionarios de francés. Los familiares les traían cualquier cosa que fuera en francés y daba gusto verlos estudiando el idioma.
Por supuesto, lo que querían es aprender a estafar a los extranjeros cuando salieran en libertad.
Un día Santiago recibe la noticia que su hermano menor fue violado en otra prisión y éste, de la verguenza se suicidó.
Los tres violadores eran enemigos de mucho tiempo de Santiago.
Santiago fue llevado al entierro del hermano y estuvo muchos días sin ganas ni de hablar.
A las dos ó tres semanas, llegó una cordillera y ahí venían los tres enemigos de Santiago.
Santiago tenía muchos enemigos en la prisión, pero nadie se le acercaba por temor.
Era muy respetado en la prisión al nivel de Ricardo Corazón de León.
Santiago decidió evitarlos y dejarlos que entraran a la prisión y cogieran confianza para después
atacarlos.
Al otro día de llegar y de acuerdo con otros enemigos de Santiago, éstos lo atacaron a la salida del comedor. Esos cabrones lo atacaron rápido por temor a dejarlo pensar y envalentonados por los otros que estaban en Quivicán.
Fueron cuatro contra Santiago, cuando Jorgito el santiaguero, otro amigo de allí, me avisa y salimos corriendo hasta donde estaba la bronca en su apogeo.
Yo siempre estaba ensillado (Armado).
Santiago estaba siendo acorralado, cuando yo le grito y le tiro un machete corto que tenía.
Santiago agarra el machete y junto a Jorgito y yo, la emprendimos contra esta gente.
Ya estaban cagados, debido a que se sentían confiados de ser 4 contra uno y al ver a Santiago con un machete en la mano, la cagazón fué grande.
Resultado de la bronca. Santiago mató a uno cortándole el cuello.
Hirió a otro en la espalda de un machetazo y yo le di dos puñaladas a otro.
El cuarto salió corriendo de allí para evitar que lo mataran.
El escándalo fué tanto que la guarnición llegó con armas largas temiendo que hubiera un motín.
Santiago salió con un pinchazo en un brazo y tanto Jorgito como yo salimos ilesos de la batalla.
Fuimos directo a la enfermería a curar a Santiago, cuando de allí salió en una camilla el que estaba herido en la espalda.
Cuando nos vió, y sintiéndose rodeado de guardias, le empezó a gritar a Santiago y a decirle que su hermano estaba riquísimo y por eso se lo bailaron.
Yo tenía en el tobillo un cuchillo corto de dos pulgadas y lo saqué y se lo di a Santiago, quien ataco al tipo en la camilla y le dio tres o cuatro puñaladas más.
De más está decir que el rebolú que se formó en la enfermería fue del carajo.
Vinieron más guardias y nos encueraron buscando más armas. Curaron a Santiago y fuimos llevados para la 8 de nuevo.
Santiago me agradeció siempre el que hubiera estado a su lado en esta confrontación con enemigos que no eran míos.
Este gesto mío selló una amistad que duraría mucho tiempo.
En la 8 seguía la vida igual. Al no trabajar y estar encerrado, yo aprovechaba el tiempo para leer y estudiar. Santiago seguía con su francés.
Estando allí en la 8, hubo una bronca entre dos presos y uno de ellos salió bien herido en el cuello. Los guardias vinieron y le empezaron a dar golpes al que empezó la bronca y éste se reviró contra el guardia y le dió una puñalada. Este ataque causó que se colara la guarnición completa y con bates y palos nos sacaron a todos para afuera de la 8. Registraron la celda de pies a cabeza y cuando nos mandaron a entrar, fuimos atacados todos por los guardias con sus bates y
palos. Formamos un pequeño motín, pero no podíamos hacer nada. Estábamos desarmados y encueros. Solo podíamos dar golpes con la mano. Eramos 9 y ellos más de 20.
Recibí golpes de todos colores y uno de ellos, lo conservo todavia.
Pensé que me habían roto una costilla, pero durante años he ido al médico y las placas no muestran nada.
Después de casi 25 años de eso, todavía tengo una marca y me duele a veces en tiempo de frío.
Esa noche sirvieron la comida y todos estábamos molidos de los palos que recibimos.
La comida amaneció allí cuando llegaron con el desayuno.
Nadie tuvo fuerzas para pararse de la cama.

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