En esos días se me aparece en la casa mi viejo amigo del Servicio Militar, Rizo.
Estaba con su papá y venían dispuestos a "reclutarme" para hacer contrarrevolución.
Era tanto el encabronamiento que tenía en ese país que decidí unirme a ellos en lo que
fuera. Le pregunté al padre que había que hacer y todo lo relacionado con lo que quería.
-Vamos a empezar rompiendo teléfonos y cortando los asientos de los cines de La Habana.
Lo miré fijo y le pregunté si eso era una broma. Yo tenía mi forma de hacer contrarrevolución y como siempre, la violencia imperaba. Si rompíamos teléfonos y asientos en cines el perjudicado iba a ser el pueblo que, en definitiva, eran cosas de las pocas que había en Cuba .
El cubano va mucho al cine y el servicio de teléfonos era pobre, como para quitarle la
única mierda que tienen. Le critiqué eso y me hizo su historia de la Sierra Maestra y lo que hacían en esa época.
-Los tiempos cambian, le dije, y él me pregunta:
-¿Que tú recomiendas hacer, si sabes tanto de esto?
-Muy fácil, conseguir armas y crear un terrorismo local en cada cuadra de la Habana contra los Comités de Defensa de la Revolución. Te explico .....
Y le explique lo que yo tenía ganas de hacer siempre y nunca lo lleve a cabo por el miedo de la gente.
Mi idea era la de tirotear cada CDR en cada cuadra, sin herir a nadie, pero para que los miembros de los CDR cogieran miedo y se retiraran del comité. O sea, regar con papeles las calles donde el papel diría que cada comité sería atacado.
El miedo iba a ser grande y mucha gente no seguiría en el comité una vez sembrado el terror.
-Está el problema de las armas, ¿De donde carajo se consiguen?, me preguntó.
-Esa es la más fácil, la policía y los guardias están armados en la calle. Se las quitamos.
Se puso furioso y me dijo que yo no tenía ni idea del riesgo que eso traería y el peligro que eso llevaba.
-Si tiene miedo a luchar, debe cambiar de ideas y Ud. mismo poner un comité, porque para esto hay que tener cojones.-le grité.
No tardó la respuesta y me gritó:
-Cojones es lo que me sobra pero eso es una locura y tú no tienes ni idea de si te cogen lo que te harán.
-Eso se llama miedo y no puedes estar pensando si te cogen o no. Toda contrarevolución en el mundo es peligrosa y tiene riesgos. Todo depende de la clase de revolucionario que tú seas, le acabé por contestar.
En plena discusión sobre estos temas, llegó Rómulo a mi casa y le propuse enseñarle al Capitán de la Sierra lo que éramos capaces nosotros de hacer.
Salimos caminando los cuatro hasta la parada de la 79 que estaba al doblar de mi casa en Juan Delgado y O'Farril y nos pusimos de suerte que en la parada había un "tenientico-cadete" del ejército, de ésos que estaban siempre estirados y, sin pensarlo mucho, le dije:
-¿Me presta un fósforo, compañero?
Cuando el tipo me da los fósforos, Rómulo le mete una patada en los huevos y al agacharse, yo le meto otra en la cara. Al caer al piso, le quité el cinturón canana que tenía, que contenía, una Makarov con una bolsa de cuatro peines de balas.
Lo dejamos ahí y salimos corriendo.
Rizo y su padre estaban cagados y lo primero que dijo el viejo era que conmigo no iba ni a la esquina, que yo era un suicida.
Le demostré que armas había, lo que había era que tener cojones para buscarlas.
Nunca más supe de ellos hasta pasado unos meses cuando se me cuela en mi casa Seguridad del Estado y me acusa de lo del teniente y su pistola. Registran mi casa y nada encuentran.
El Ex-Capitan Miguel Rizo, combatiente de la Sierra Maestra y su hijo, Antonio Rizo, ex-Sargento del Servicio Militar me habían acusado de asaltar al teniente y de esa forma conseguir armas para la contrarrevolución.
No pudieron probarme nada y me soltaron, pero estaba seguro que me estaban vigilando
cada paso.
Estaban presos por romper teléfonos en las esquinas.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
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