jueves, 18 de diciembre de 2008

EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO

En marzo del 68 se acabó la Escuela al Campo y regresamos al Pre.
A las dos semanas de esto, me llamaron para el Servicio Militar Obligatorio.
Era el 5to llamado y de verdad que yo creía que nunca me llamarían.
Siempre me gustó estudiar y en mi mente no cabía que me fueran a tronchar los estudios por estar comiendo mierda en el ejército.
Ese día marcó el destino de mi vida, pues de ahí para acá solo fueron tropiezos y problemas.
Yo no quería ir, pero me convencieron de que en el servicio continuaría estudiando.
¡Qué iluso! Fuimos a parar a una Unidad Militar en San José de las Lajas.
La Unidad era de guarnición, o sea, que estábamos destinados solo para hacer guardia en diferentes partes de Cuba durante tres años.
Los estudios iban a ser aprender a manejar un M-2 ó un AK, armas que estaban de moda allí.
Tenía 17 años y no podía creer que perdiera 3 años de mi vida en Unidades Militares.
Eso pasó mucho en Cuba. Me consolé cuando conocí en la Unidad Militar a médicos que estaban en la misma situación que yo.
¿Qué podía esperar para mí, si a doctores graduados los ponían en esa misma situación?
¡Qué grande es la Revolución! ¡Cómo le troncharon la vida a miles de personas sin pensar más que en “El futuro de la Revolución”!
Cada día que pasaba sentía más odio por esa Revolución y por todo el que aplaudía el sistema.
Allí conocí a un muchacho de mi edad que también estudiaba en el pre del Vedado y que tenía obsesión con los estudios de medicina y al ver que estaba perdiendo tres años de su vida inútilmente, se suicidó ahorcándose de una barraca.
Otro tomó pastillas de más y terminó muerto por sobredosis.
Vi a varios que para evadir el SMO se cortaban las piernas a machetazos o se cortaban las venas. ¿Qué estaba pasando? Esas cosas se veían en películas y nadie creería que estas cosas pasaban en Cuba. Todo esto lo vi en solo 58 días que estuve en esa Unidad Militar.
Nunca he estado a favor del suicidio y decía que si estaba dispuesto a morir, por lo menos moría matando.
¿Así que me mato y los comunistas siguen vivos?
¡Qué manera de comer mierda! Esto lo comenté con otro recluta como yo y su respuesta fue:
-¡Coño, no había pensado en eso!
A mala hora, este muchacho tuvo problemas con un guardia y se robó un AKM y la emprendió a tiros contra todo el mundo.
Mató a un guardia que no tenía que ver con su bronca e hirió a muchos en la balacera.
No volví a dar consejos ni a hacer comentarios, debido a que sentía que yo lo había empujado a hacer eso.
Yo siempre tuve pies planos y tenía desviación en la columna vertebral.
Hubo una época de mi vida que no mencioné antes en que, con 12 años, tuve que dormir con unos sacos de arena halándome el cuerpo para enderezarme la columna y pensé que si utilizaba esto quizás me escapara del Servicio. Puse en marcha mi plan.
Un día dieron una alarma de combate, cosa que hacían a cada rato para entrenar a la gente y no me levanté.
Enseguida vino un sargento y cuando trató de levantarme le dije que tenía dolor en la columna, que yo tenía problemas en la espalda. Este sargento me remitió para el hospitalito de la Unidad y más nunca tuve que levantarme temprano.
Estando en el hospital esperando a que nos atendieran unos médicos forenses especiales que determinarían si uno estaba apto o no para el servicio, se acabaron los 45 días de prueba y se llevaron a todo el personal que estaba allí a diferentes unidades por toda La Habana.
Solo nos quedamos 18 muchachos y un sargento en toda la unidad.
Los médicos se demoraban en venir y los días fueron pasando. Eso trajo como consecuencia que nosotros mismos tuvimos que cocinar y atender la unidad, pues no había nadie que lo hiciera. Hacíamos guardias de 3 X 8 (descansabas 8 horas y hacías 3 de guardia).

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