A finales de 1967 mi hermano supuestamente es expulsado de la escuela militar en que estaba y, como tenía que seguir estudiando, cayó en el Pre de la Víbora, donde yo estudiaba.
Yo estaba en Primer año y él en Tercero. Yo nunca me tragué eso, pues Vladimir era muy inteligente, pero era uno de los planes de Seguridad del Estado: tratar de captar cuadros de mando en las escuelas.
Yo estaba en Primer año y él en Tercero. Yo nunca me tragué eso, pues Vladimir era muy inteligente, pero era uno de los planes de Seguridad del Estado: tratar de captar cuadros de mando en las escuelas.
Desde que llegó mi hermano, se hizo ver como el revolucionario mayor de la escuela.
A pesar de ser mi hermano, yo ni lo miraba, ya que yo era lo más gusano y rebelde de la escuela y él, el más chivatón y comunista.. Nadie sabía que era mi hermano mayor.
Aparte de eso, casi no hablábamos, pues meses atrás habíamos tenido una bronca bien grande.
A raíz de la muerte del Che en Bolivia, yo me encontraba oyendo una estación de radio americana, cuando llegó Vladimir y me apagó el radio.
Cuando le pregunté por qué lo había hecho, me dijo:
-¡El país está de luto por la muerte del Che!
A mí me sabía a mierda que se hubiera muerto el Che y todos los demás y volviendo a prender el radio, le dije:
-A mí no me importa un carajo que se muera ningún comunista…
Allí mismo se formó la bronca y acabamos a piñazos como en las películas del oeste.
Esa bronca fue famosa en la cuadra, pues tuvieron que llamar a la policía y cuando ésta llegó, casi de acuerdo, cerramos la puerta de la calle y seguimos fajados a trompones.
En ese tiempo Vladimir presumía de saber judo o karate y siempre hablaba de eso y de los cursos que hacía en su “escuela”. Ese día se le fue todo al carajo, pues yo también había dado judo y aparte de eso era un mataperro de la calle, cosa que el desconocía.
Se crió de escuela en escuela y no sabía lo que era la maldad de la calle.
Vladi era así, defendía los ideales por los que creía y se moría por eso.
Pero yo no me quedaba atrás, también defendía mis ideales y me fajaba hasta por gusto.
Era tan comunista que en una ocasión me llegó a decir que si Fidel Castro metía la pata, había que sancionarlo, cosa rara oírlo de un comunista, quienes respetaban y acataban todo lo que dijera el comandante.
En esa época oí por primera vez el mote de Fidel “El Cliente”, pues siempre tenía la razón.
Siempre pensé que si los comunistas en Cuba fueran como mi hermano, quizás la cosa hubiera sido diferente. Vladimir criticaba las cosas mal hechas y decía que la revolución no permitiría esas cosas, pero el pobre, estaba ajeno a que él también era un monigote de tantos.
En esos años yo matriculé un curso por correspondencia de Electricidad Automotriz.
A raíz de la muerte del Che en Bolivia, yo me encontraba oyendo una estación de radio americana, cuando llegó Vladimir y me apagó el radio.
Cuando le pregunté por qué lo había hecho, me dijo:
-¡El país está de luto por la muerte del Che!
A mí me sabía a mierda que se hubiera muerto el Che y todos los demás y volviendo a prender el radio, le dije:
-A mí no me importa un carajo que se muera ningún comunista…
Allí mismo se formó la bronca y acabamos a piñazos como en las películas del oeste.
Esa bronca fue famosa en la cuadra, pues tuvieron que llamar a la policía y cuando ésta llegó, casi de acuerdo, cerramos la puerta de la calle y seguimos fajados a trompones.
En ese tiempo Vladimir presumía de saber judo o karate y siempre hablaba de eso y de los cursos que hacía en su “escuela”. Ese día se le fue todo al carajo, pues yo también había dado judo y aparte de eso era un mataperro de la calle, cosa que el desconocía.
Se crió de escuela en escuela y no sabía lo que era la maldad de la calle.
Vladi era así, defendía los ideales por los que creía y se moría por eso.
Pero yo no me quedaba atrás, también defendía mis ideales y me fajaba hasta por gusto.
Era tan comunista que en una ocasión me llegó a decir que si Fidel Castro metía la pata, había que sancionarlo, cosa rara oírlo de un comunista, quienes respetaban y acataban todo lo que dijera el comandante.
En esa época oí por primera vez el mote de Fidel “El Cliente”, pues siempre tenía la razón.
Siempre pensé que si los comunistas en Cuba fueran como mi hermano, quizás la cosa hubiera sido diferente. Vladimir criticaba las cosas mal hechas y decía que la revolución no permitiría esas cosas, pero el pobre, estaba ajeno a que él también era un monigote de tantos.
En esos años yo matriculé un curso por correspondencia de Electricidad Automotriz.
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