miércoles, 17 de diciembre de 2008

CONSEJO DE RECLUSOS

En la prisión de Quivicán fue donde, por primera vez sentí náuseas de ser cubano y de vivir en Cuba.
En el año 1976, se crea en la prisión de Quivican, lo que sería una organización "tenebrosa" llamada CONSEJO DE RECLUSOS.
Esta organización fué creada por un preso político llamado Agustín Velázquez Roselló.
No era más que algo muy parecido a los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) y donde trataban de "vigilar" al preso comun o político y por supuesto, delatar lo que "vieran mal hecho". Estos CDR estaban contra todas las banderas y en ocasiones vi a muchos de ellos, delatar a algún
guardia que de una forma u otra, ayudaban a los presos con cartas, o envíos de sus familiares.
Roselló fue detenido en la época del Escambray y según los que lo conocían, estaba involucrado con el tristemente célebre "Alberto Delgado". Alberto Delgado era el nombre de un "supuestamente" defector del ejército, quien fue enviado al Escambray, teniendo como misión, infiltrarse dentro de las fuerzas que luchaban contra Castro. Se le atribuyen muchos actos
de heroísmo y su vida fue llevada a la pantalla a principios de los años 70's con el nombre de EL HOMBRE DE MAISINICU, protagonizada por Sergio Corrieri y Reynaldo Miravalles.
Delgado fue ajusticiado en el Escambray cuando otro guerrillero, Cheíto León, descubrió que era un infiltrado dentro de sus tropas. Cheíto se mató con una granada , tras un enfrentamiento con los revolucionarios de la limpia del Escambray.
Cuentan los que los conocieron que Roselló se salvó del paredón echando palante a muchos de sus compañeros y que en varias ocasiones, trataron de atentar contra su vida. Era natural de Camagüey y no tenía enemigos en La Habana, pero dentro de las prisiones, la bola se
corre y todos sabían que era un chivatón de altura.
Con los Consejos de Reclusos se crearon muchas cosas que ni diciéndolas, se creen.
Ellos mismos organizaban "sus tropas" y eran los nuevos "mandantes" de la prisión.
Ponían leyes a su gusto y tenías que acatarlas si no querías ir para las celdas de castigo.
Muchos de ellos participaban en las trancas famosas de Quivicán.
Te exigían una limpieza digna de una escuela de cadetes y te le pasaban un trapito a los hierros de las camas, buscando un poco de polvo.
Te exigían que estuvieras afeitado como un cadete.
Si te encontraban alguna falla, eras sancionado por ellos y lo que más le gustaba atacar, era las visitas y los (pabellones conyugales). El pabellón conyugal no era más que una visita especial que te daban con tu esposa en un cuartico de la prisión como si fuera una posada (motel).
Quitarle a un preso estas visitas, era algo que nadie perdonaba, ya que reclusos que tenían
"miles" de años de sanción, era la única forma de estar con una mujer.
Los Consejos de Reclusos se extendieron a todas las prisiones de Cuba y en menos de un año, ya estaban a nivel nacional.
Roselló no era ningun santo y un buen día los guardias en una "requisa" gigante le encontraron
"bebida" fabricada por él y de esta forma lo "tronaron" y, de castigo, iba en una cordillera para
Camagüey.
Cuando se enteró por otro preso que iba para otra prisión, se suicidó, tomando un frasco de algunas pastillas. Su cuerpo envenenado fué encontrado en un baño del penal.
A las dos meses nos sacaron de la 8 y regresamos de nuevo a la vida dentro de la prisión.
El que conozca la vida de lo que fué la Conquista del Oeste Americano, se recordará cuando los pistoleros iban de pueblo en pueblo, buscando al más rápido para matarlo y de esa forma, lograr un nombre que tenía el adversario.
En la prisión era lo mismo. Santiago y yo éramos en esos momentos, los más famosos y temidos de la prisión y mucha gente trató de sacar las uñas contra nosotros y gracias a Dios, nunca tuvimos problemas mayores.
Un domingo estaba leyendo acostado en mi cama, cuando siento un grito de un guardia que me gritaba. Al reaccionar, vi que en la ventana que estaba tras mi cama, había un preso con el cual tuve una discusión, tratando de darme "un lanzaso". Eso asombró a todo el mundo, ya que este tipo agarró un palo de trapear y le puso un cuchillo en la punta para darme un trastazo
por la ventana.
Salí corriendo a buscarlo pero el muy cabrón se fue corriendo hacia el Orden Interior, buscando exilio.
Meses más tarde, lo agarré acostado en su cama y le corte el culo con una chaveta.
Fué directo para un hospital y más nunca supe de él. Por supuesto, fui a parar para la 8 de nuevo.
Allí estuve un mes más y ya, de esa forma, me estaba acostumbrando a una vida que no era la mía.
Yo no deseaba ser de esa forma y recordaba unas palabras que me decía mi padre y era que cuando se vive entre lobos, hay que aullar como ellos.
Yo no quería problemas con nadie, pero los "guapitos" eran los que me buscaban.

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