Un amigo del barrio, Jorge Antonio, había pasado el SMO en la Marina de Guerra de Cuba y aprendió a manejar las famosas torpederas.
Una vez hablando sobre salida del pais, ideamos la forma de abandonar Cuba con una torpedera. Otra locura.
Planeamos todo y logramos que se nos diera la oportunidad.
Asaltamos la base de Batabanó, donde estaban las torpederas. Había 3 soldados del servicio haciendo la guardia cuando a punta de pistola, nos metimos, los encañonamos y nos montamos en las lanchas.
Dejamos a los soldados amarrados y ya estabamos montados en la lancha, cuando uno de ellos se soltó, le quitó las amarras a los otros y trataron de impedir que nos fuéramos.
En esta aventura estabamos mi amigo Jorge, su esposa en estado de su hija, Teresita, Brenda con un añito, otro amigo de la infancia, al cual llamaremos Héctor, pues no quiero mencionar su nombre, y yo.
El único que estaba armado era yo, pero al encañonar a los guardias, yo agarré un AKM .
Los guardias al soltarse, empezaron a dispararnos y agarran a Héctor en una pierna.
La bala le atravesó la pierna y cuando lo vi caer, me viré y empecé a disparar como un loco.
Vi los tres cuerpos caer. No sé si les di o no, pero no dispararon más.
A Jorge le entró miedo y salió corriendo de la torpedera.
Yo contaba con él debido a que era el único que sabía manejar la torpedera.
Yo de barcos no sabía nada de nada.
Y también le tenía mucho respeto al mar.
Corrimos todos hacia el carro en que fuimos que era robado y allí emprendimos la huída hacia La Habana.
Las mujeres trataron por todos los medios de cuidar a Héctor y aguantaron la sangre que botaba. Logramos escapar de alli. Una vez en La Habana, teníamos la preocupación de la herida de Héctor. Yo traté de curarlo, cosiéndole la herida con el hilo de "osito" que usaban las mujeres para tejer, pero la herida cada día estaba peor.
Fui a ver a un amigo que estudiaba medicina y era amigo de muchos años y lo convencí de que fuera a mi casa a curar a Héctor.
Fue, lo curó y le salvó la pierna, ya que si no lo hubiera hecho, perdía la pierna por gangrena. Cuando se enteró de todo lo sucedido, nos dijo que estábamos locos de remate. Era verdad, lo que pasa es que yo no contaba con que los guardias se zafaran.
Ese fue el único intento de salir de Cuba .
Y gracias al hoy en día doctor, Luis Orlando, Héctor salvó la pierna.
Tuvimos que seguir en Cuba .
miércoles, 17 de diciembre de 2008
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