miércoles, 17 de diciembre de 2008

ADAMINA Y LA PINTURA

Un día que fui a casa de mi mamá a comer, me dice que si yo tenía contactos para conseguir un poco de pintura para la casa, ya que estaba sin pintar por años y yo le dije que sí, que no se procupara.
Ahí mismo en la cuadra, había un negrito amigo de la infancia (Tato), que “contrabandeaba" con pintura y le hablé para que le llevara pintura a mami y después me lo cobrara a mi.
Mami tuvo su pintura y Tato cobró su dinero.
Un domingo se aparece Tato en mi casa cabizbajo y me dice que tiene que hablar en serio conmigo, ya que tenía problemas con la pintura.
-Si es más dinero, no te preocupes, yo te lo pago.
-No se trata de dinero-, me contestó, tu mama me delató y estoy en candela con eso.
Yo empecé a reírme como un bobo y él se ofendió.
-¡Coño a mí no me da ninguna risa de la pena que tengo de decirte eso y tú te pones a reírte.
Y la cosa es que me daba risa la forma de Adamina de hacer las cosas.
Fui a ver a mi mamá y le agradecí, que gracias a ella iba de vuelta para la prisión.
Le dije que las latas de pinturas eran mías y Tato solo me había hecho el favor de llevárselas.
No sabía dónde meterse y la ofendí y le dije hasta de mal que iba a morir.
Siempre que peleaba con ella, era lo mismo.
Me sentía mal. Era mi madre coño, pero siempre metía la pata. Donde quiera que yo iba, oía
hablar a todo el mundo con orgullo de su madre y yo hubiera querido hacerlo también.
La adoro, es mi madre, pero era del carajo su forma de ser.
Conseguí con un amigo unas facturas de pinturas y se las entregué a mami, que a su vez retiró la denuncia y pidio disculpas al indicado por su equivocación.
¡Qué país! Cosas de la revolución.

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