miércoles, 17 de diciembre de 2008

LA CALLE

Después de tantos años sin ver la calle, me sentía como un bobo, cuando agarré una guagua.
Era extraño y no sabía qué hacer.
Cuando llegué a mi casa no había nadie y fuí a la casa de una vecina a preguntar si sabía donde estaba Teresita.
Esta vecina me dijo que probablemente, Teresita estaba en la casa de mis padres.
Estando conversando con ella, llegó un carro de policía del cual se bajaron tres guardias y enseguida me querían meter preso.
La presidenta del Comité cuando me vió, llamó a la policía y les dijo que yo estaba fugado.
Todo se arregló cuando vieron el "pase" firmado personalmente por Raúl Castro.
Me pidieron disculpas y yo aproveché y me fuí a casa de mis padres.
Allí se quedaron fríos cuando me vieron. Lo primero que hizo Adamina fue preguntar:
-¿Por qué te fugaste?
Le tuve que mostrar el pase y de paso, le dije un montón de disparates a los que ella estaba
acostumbrada.
Recogí a Teresita y a Brenda y nos fuimos para la casa.
En esos tres días casi no salí a la calle. Solamente fuí una noche al cine a ver una película del Oeste.
Tanto tiempo fuera de la casa, sin el calor del hogar y sobre todo de mi hija, que ya tenía 7 años, y no quería perder el tiempo en ver a nadie. Solo quería estar con ellos.
En todo el tiempo que llevaba preso, las amistades se habían separado de mi vida.
Al principio iban a saber de mí, pero al poco tiempo, ya no querían saber de mi familia y mucho menos de mí. Como decía la canción:
"La alegría de los viejos amigos no me divierte hoy"
Muchos veían a Teresita por la calle y evitaban saludarla, pues para ellos eso era “destacarse" en contra de la revolución.
Tere me hacía los cuentos de todos "los amigos" que se hacían los que no la veían y ni siguiera trataban de saludarla.
Así era la vida en Cuba .
Llegó el dia en que tuve que regresar a Guanajay.
Mi hermano Serafín me llevó a Guanajay. Entré a la prisión con una pesadumbre inmensa.
Tres días en la calle fueron muy violentos para mí y para cualquiera.
El cambio era muy brusco.
Cuando llego al Orden Interior a entregar mi pase y reportarme, había un preso nuevo que no conocía y me dice:
-¿Tú eres Waldo Fernández?
Le contesto que sí y allí mismo me dice.
-¡Tienes que recoger todas tus pertenencias que te vas en cordillera!
Me parecía que estaba oyendo mal y le pregunto que por qué me tenía que ir, si yo trabajaba en los talleres.
Llegó el Jefe de Reeducación y me dice:
-No te preocupes que vas para Mecanización.

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