miércoles, 17 de diciembre de 2008

Mazorra y el Caballero de París

Al llegar a Mazorra, fueron directos al orden interior donde me tenían que registrar.
Me quitaron las esposas.
Vi de reojo el expediente que me abrieron y en letras grandes la palabra SUICIDA.
Llegó un enfermero y me llevó directo para un pabellón de "tránsito" de donde después pasaría a otro.
Este pabellón se llamaba "Sala Castellanos".
Me recordó mucho las galeras del Morro, pero más chiquito. Era un pasillo bien grande con celdas a la derecha. Había un promedio de 10 ó 12 celdas. Me dejaron en manos de un “Negrón" como de 6 pies y pico, enfermo mental, que era el que metía y sacaba a los recluidos allí.
El Negrón parece que me vió cara de hambre y me preguntó muy incoherente si me gustaba la naranja.
A esa hora me lo comía a él si me dejaban. Eran como las 2 de la tarde y desde la noche anterior, no probaba bocado alguno.
El forcejeo y las broncas, más las inyecciones, me tenian drogado y a punto de caer.
Creo que estaba parado por un milagro.
Sacó una "jaba de saco" de abajo de una mesa y dentro de ella un machete con dos naranjas.
-A mí me gusta mucho la naranja-, me decía.
-A ti te gusta mucho la naranja-, repetía
Esto lo repetía constantemente, mientras con el machete picaba la naranja en dos.
Sacó un vaso y exprimió con la mano las naranjas.
Me lo dió y me lo tomé.
Ese jugo de naranja me vino bien. Me estaba cayendo algo en el estómago y de verdad que tenía tremenda hambre y sed.
El Negrón se viro hacia mí y me dijo:
-Tu eres serio, tienes cara de serio, eres serio-, y mil sandeces como esa.
Yo estaba cagado. Si a ese Negrón le daba la gana, me asesinaba allí y yo no podía ni moverme. Estaba parado y a la vez drogado.
Me dijo que me iba a poner en una celda con otros serios como yo.
Diciendo eso nos encaminamos hacia una de las celdas.
La abrió y entré en una celda donde había un gordo y un flaco. El Negrón les dijo:
-Este señor es serio como ustedes. Cuídenlo.
Cuando estas dos personas me vieron entrar se me acercaron y me ayudaron, pues según ellos me estaba cayendo solo. No recuerdo nada más. Me pusieron en una de las camas y me quede dormido.
Al otro día me desperté y el gordo me dice:
-¡Oiga compay, Ud vino de soldado y ahora es Capitán.
-Tuve que dormir anoche en el piso.
Miré mis alrededores y me di cuenta que la celda era pequeña con espacio solo para dos camitas y un pequeño espacio entre las camas y las rejas de afuera.
-Discúlpeme mi amigo y gracias por todo, pero estaba como "drogui" cuando llegué, no recuerdo nada.- les dije.
Me contaron que nada más hicieron ponerme en la cama, caí muerto y que inclusive llamaron a los guardias pensando que estaba muerto. Estando dormido, llegó un doctor y les dijo que me dejaran dormir, que me habían puesto unas inyecciones por intento de suicidio.
Estas dos personas "serias", como decia el negrón, estaban presas allí por asesinato premeditado, según las leyes de Cuba .
El flaco estaba preso en Camagüey y en una prisión le clavó una cabilla afilada a un guardia por el cuello, matándolo al momento.
El guardia habia tratado de violar a su hermana en una visita.
El gordo era profesor de karate en la Ciudad Deportiva y en una bronca con su mujer, se metió la policia y acabó matando a uno de un golpe mortal.
La fiscalía los había mandado para Mazorra para que los médicos encontraran si estaban en sus cabales cuando cometieron los delitos. Estos eran los "serios" de los que me hablaba "el Negrón".
Como solo había dos camas y éramos tres, yo tuve que dormir en el piso varios días.
Todo el que conoce la zona de Rancho Boyeros donde estaba Mazorra, sabe que estamos hablando de una de las zonas mas frías de la Habana.
Era febrero y el frío "soplaba". No tenía con que taparme y a los dos ó tres días, el Negrón me regaló un saco de yute y con eso me pude cubrir un poco.
Como dije anteriormente, esta sala era de tránsito, o sea que estabas allí pocos días.
Esos "pocos" días fueron un infierno.
Una noche se oyó una voz dentro de la celda que decía:
-Cinta número 1-, y empezaban una canción completa.
-Cinta número 2-, seguían con otra.
Todo estaba muy bien, pero estas canciones empezaban a ser cantadas a las 8 de la noche y a las 4 de la mañana, todavía se escuchaba la voz del que cantaba.
Era un inferno.
Todas las celdas gritaban al "cantante" que se callara y el tipo seguía. Era como una tortura china, gotica a gotica.
Al otro día cuando se abrieron las puertas de las celdas, todos saliamos buscando al que cantaba, pero nadie supo decir de donde salía la voz.
Esto se repitió, los 5 ó 6 días que estuve allí.
Esos dias nos la pasabamos hablando, ya que solo te sacaban por la mañana para desayunar algo, almorzar y comer. La comida era bastante pasable, y aunque fuera mala, daban bastante cantidad, así que por lo menos no se pasó hambre.
A los pocos días, me sacaron de allí y me llevaron para la otra sala que tenía mejores condiciones. Era la sala Carbó Serviá, nombre de algún mártir de la revolución.
Desde el triunfo de la revolución se le ponían nombres de mártires de la revolución a todo, los CDR, las escuelas y hasta a las salas de hospitales.
Esta sala tenía 100 camas exactas y era exactamente una sala de hospital, con la diferencia de que estaba enrejada fuertemente y mucha seguridad en la puerta principal, que era la única entrada o salida de allí.
Cambiaban las sábanas cada dos días (bastante bien para Cuba ) y la higiene era buena.
Te levantaban a las 5 de la mañana, desayunabas pan con un poco de leche que sabía a mierda, pero era bastante y caliente.
Antes del desayuno pasaban inspección a cada recluso allí.
EL CABALLERO DE PARIS
Estando allí tuve la oportunidad de conocer al "Caballero de París", famoso personaje de la cultura cubana.
El Caballero de París era todo un personaje y muy conocido en La Habana en los años 50.
Era pequeño, pelo con algunas canas y una crecida barba.
Sus uñas eran largas y retorcidas, siempre vestía de negro, con una larga capa del mismo color, incluso durante el fuerte verano habanero.
Era gentil y educado que deambulaba por las calles y viajaba en
ómnibus por toda la ciudad, saludando a las personas y discutiendo
sobre filosofía, religión y política.
Frecuentemente se podía ver paseando por el Paseo del Prado, la Avenida del Puerto, la Plaza de Armas, la Iglesia de Paula, Infanta y San Lázaro, la esquina de 23 y 12 o el Parque Central, donde dormía en uno de los bancos.

Fue en Infanta y San Lázaro donde yo lo veia de pequeño
Sus últimos años de vida los pasó merodeando la esquina de 23 y 12, donde los empleados de las pizzerías de la zona le ofrecían comida gratis.
Se supone que perdió la razón cuando fue arrestado en 1920 y encarcelado en la prisión del Castillo del Príncipe por un crimen que no había cometido.
No se ha sabido cuál fue el hecho real del que fue acusado ni el tiempo que estuvo encarcelado.
El Caballero de París fue internado en el Hospital Psiquiátrico Mazorra. El motivo de su encierro no fue debido a una posible peligrosidad, sino a su deplorable estado físico.
Allí fue aseado, y su cabello lavado y recogido en forma de una larga trenza. Le suministraron un traje negro similar al que solía vestir y comida. Durante su internamiento en Mazorra fue sometido a exámenes fisicos y psicológicos; se sabe que también allí sufrió una fractura de cadera por una caída.
Murió el 11 de julio de 1985 a la edad de 86 años.

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