miércoles, 17 de diciembre de 2008

EL PANDEAO

En los primeros días que estuve en Guanajay, me encontré con un amigo y vecino de la infancia,
Orestes.
Este muchacho era un tranquilo estudiante, quien estuvo en la prisión por falsificar un certificado de 6to. Grado.
Fue sancionado a 6 meses de prisión y tuvo la desgracia que a los primeros días de estar en el
Morro, una noche unos presidiarios lo tocaron.
Esto era muy común en prisión, cuando entraba al penal algún muchacho joven.
Orestes se asustó y al otro dia fué a ver a los guardias y el que estaba de jefe en ese momento en el Morro, le dijo que si no quería que lo tocaran no hubiera caído preso.
Y si se sentía incómodo, que matara al que lo tocó.
Orestes no podía creer lo que estaba oyendo y vio cuando los guardias se reían de él en su propia cara.
Se buscó un cuchillo presidiario y esa misma noche le dió tres certeras puñaladas al que lo tocó la noche anterior.
El individuo murió y desde ese momento su vida cambió para siempre.
En menos de un año, Orestes se convirtió, creado por el sistema, en un monstruo. La segunda vez que mató a otro preso, el cuchillo que usó, se le "pandeó" (jorobó), y a partir de ahí lo reconocían por ese nombre… "el Pandeao".
Cuando me lo encontré en Guanajay, Orestes era sacado encadenado de Guanajay con destino a La Cabaña, donde días después fué fusilado.
Muy simple. Ya tenia 7 muertos en la prisión y allí en Guanajay trataron de asesinarlo dos presos en combinación con un guardia. "Orestes, el Pandeao", se las ingenió para conseguir un cuchillo con el que mató a los dos presos y le dió 6 puñaladas al guardia, que no murió de milagro.
Una vida destruída debido a la "gracia" del hijo de puta que estaba de jefe de la prisión en ese momento.
Pude hablar con él unos minutos y me aconsejó que me estuviera tranquilo allí en Guanajay, y me decía que ya se estaba oyendo hablar de mí y que eso era mal síntoma.
Casos como ésos abundaban en todas las prisiones de Cuba. En algunas ocasiones separaban a los presos por "géneros", pero en otras no les importaba poner juntos a delincuentes recalcitrantes con políticos o con menores.
La prisión de menores era trágica, pero siempre que los unían con los mayores, sobraban los problemas.
Muchos de los jóvenes que caían presos estaban desesperados por tener "un nombre" en el ambiente delictivo y hacían cosas increíbles con tal de salir adelante en sus logros.

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